Hace siete años te cruzaste en mi camino en forma de llamada con sorpresa que se convirtio en el mejor regalo que jamas me hicieron. No sabia al principio como hablarte, tratarte, conocerte. Conocermos mejor dicho. Poco a poco fui conociendo tus miedos, manias, tu velecidad, tus juegos favoritos. No tardaste mucho en adueñarte de un sitio preferente cerca del radiador. Tu cuerpo siempre ha sido mas delicado.
Pronto llegaron las primeras primaveras en las que cada dia examinabas la hierba en busca de nuevas margaritas y te encontrabas a nuevos compañeros de juegos. En los veranos soleados te gustaba quedarte dormido tomando el sol en el balcon, echarme carreras que siempre ganabas en el muelle y corrias de las olas porque pensabas que te llevarian lejos y nunca aprendiste a defenderte nadando. Cuando lleganba el otoño eras un compendio de contrastes: le retabas al viento pero te asustabas de la lluvia y las tormentas. En invierno no te gustaba ponerte el abrigo, ese mismo que lucias orgulloso una vez pisada la calle.
Sufrimos mutuamente. Sufri en varias ocasiones en las que crei perderte, sobretodo en aquella en la que una criatura que se penso por un momento superior a ti te ataco y las consecuencias fueron peor de lo esperado. Tu estuviste a mi lado, saltandote las reglas cuando yo no podia moverme para tocarte, en las tardes de estudios y nervios dormias a mis pies.
Al llegar a casa, siempre me dabas la bienvenida en un ritual basado en besos y regañinas por haberte dejado solo. En nuestro idioma secreto nos contabamos nuestras aventuras.
Mas de una vez mi relacion contigo me trajo problemas, pero me daba igual: te prefiero a ti.
Este año jugamos en el parque en primavera. Pero no echamos ninguna carrera en el muelle. Este otoño lucho por recuperarte. El invierno sera muy frio.
Espero que me perdones